miércoles, julio 30, 2008

Qué estaré esperando

Qué estaré esperando para empezar a escribir que te quiero
Tal vez un rayo, un cometa o un millar de nubes en el cielo
Debe ser lo mismo que me obliga a invertir el ceño
Una pena, una agonía o no probar tus manos cada día

Qué estaré esperando para empezar a escribir que te quiero
Con tus gritos, tu mirada, tus historias y tus celos
Con tu luz de la mañana, tus sonidos en la cama
Y la paz con que te acuestas en mi pecho como almohada

Qué estaré esperando para empezar a escribir que te quiero
Si estás en cada verso, alegoría, punto, frase y melodía
Si es tu piel mi sendero y cada curva un señuelo
Para reposar en tu falda y trenzar nuestros labios en duelo

Qué estaré esperando para empezar a escribir que te quiero
Si eres sueño, alegría y fantasía más buscada
Si te busco en mi silencio y me pierdo en tu mirada
Y mi vida no sería si de ti está separada

lunes, julio 28, 2008

Color

La máquina de escribir seguía su curso, sin parar, de un lado al otro lado. Las teclas vanagloriándose de que no tenían descanso y las hojas se escupían como lava de un volcán, con la vehemencia y elegancia en su caída. Ahí estaba el montículo que albergaba las palabras que esa noche de caricias y mantas había generado. Él no podía parar, el sueño se había inhibido y se detenía sólo para crujir su espalda.

Las palabras afloraban de sus dedos, tiñiendo cada una de las teclas de la máquina, dejándola con escencias desconocidas y maravillosas. La osuridad característica del alba que despuntaba se sentía ausente con el halo que protegía ese escritorio al lado de la cama. Esa misma cama donde ella dormía ahora, calma, llena de paz, sonriente, hermosa. Mil colores se correteaban por entre las piezas de plástico que llenaban una hoja tras otra. Él la miraba en cada separación de párrafo y continuaba sin pausa hasta la próxima observación. Cuando el fajo de papeles ya era más grueso que el lápiz con el que hacía las correciones, se detuvo de súbito. Apartó sus manos de la máquina que aún refulgía una gama desconocida y giró la silla. Se arqueó de espalda y quedó mirándola en su sueño. Imaginó que estaba corriendo por debajo del agua con el pelo suelto que se confundía con las olas y sus ojos con preciosos abalones. Era perseguida, no,no, más bien, escoltada, por delfines y pececitos que dejaban burbujas y acariciaban todas las algas agitadas. Luego tomaba un impulso y rompía la superficie con su nariz respingada, y con las pestañas al cielo y sus pechos erguidos iba al encuentro de la luna, pero un suspiro prolongado la hizo volver a la cama en que descansaba. La tinta lo llamaba y las teclas se impacientaban extendiendo sus colores, pero él se había perdido en esos labios llenos de carne, rojos claveles, brillantes de saliva, sabrosos como cada parte de su cuerpo. Ya nada importaba, estaba extasiado entre esas mejillas separadas de lo óseo, unos párpados que escondían el máximo misterio que él había conocido hasta ahora, y su pulgar acabó en sus cejas femeninas, tan bien ordenadas y uniformes al tacto. Si seguía mirando terminaría loco, tal vez ya lo estaba cuando el rastro de la luna se atrevió a reposar en su hombro descubierto que lo hacía resbalar en mil direcciones pertinentes e impertinentes, terminando siempre en lo que sus brazos trenzados para apoyar su rostro inigualable en hermosura escondían.

Ya era en vano todo esfuerzo que hacían las hojas por recuperar su atención, las letras querían terminar la historia y él solo pensaba en recuperarla del sueño. Pero el sueño era más fuerte y no la dejaría ir. Se empezó a desesperar por no poder acariciarle la cara y ser uno con su aliento, mientras ella estaba tan pacífica y durmiente. Las teclas no aguantaron más y quisieron ayudarlo en su aflicción, émpezaron a esribir la historia con tanto afán y descontrol de pasiones que los colores empezaron a rellenar la pieza, haciéndose tangibles y cobrando vida propia. Las hojas salían y salían mientras los colores empezaban a cubrir la piel de él. Sólo la miraba y sonreía porque había logrado encontrar esa belleza que no existía en las letras, ni en la música ni en nadie más que en ella. Su repiración empezaba a salir en tonos de verde, las teclas sudaban, la sangre fluía naranja, pestañeaba amarillo, tac tac tac, sonreía un rojo inigualable, las hojas percutían, tocaba su cabeza con el castaño perfecto de su pelo y terminó por besarla en un indigo labial. Fue entonces cuando los colores que de él afloraron lo cubrieron y llevaron de vuelta a las teclas que lo plasmaron en el fin, para que ella pudiese encontrarlo ahí.

martes, julio 15, 2008

7 mares

Por 7 mares te busqué
y los azares me callé
vidas llenas de empeño
sólo por volverte a ver

Esa mirada no la pude olvidar
por más ojos que me miraron
incluidos los que me besaron
No hubo otra que yo pudiera amar

Por 7 mares te busqué
sin pensar en descansar
sin perder motivo
y al fin ahora te encontré

Con la misma sonrisa y color de voz
la que entumecía mi interior
y ese brillo en pupilas
que aún aviva mi calor

Fue por 7 mares
donde atento vagué
sintiéndote en las olas
y tatuándote en mi piel

Para trenzarme entre tus pelos
acariciándote la sien
perderme en tus vaivenes
desde el labio hasta los pies

En 7 mares navegué
sólo para volverte a ver
y a mil sirenas les pedía
sentir en tu espalda mis manos caer

Sólo espero me recuerdes
y me puedas reconocer
pues las olas me han traído
a tu lado, mi mujer
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