jueves, agosto 28, 2008

Constanza, éste es para tí

Constanza
Que lindo suena
Constanza
Que linda suenas
Cuando sueñas
Con tus ojos
En los míos
Por tus labios
Corren ríos
De ellos siempre beberé
Porque hay sed
Sed de ti
Sed por ti
Por tí amor, por tí
¿Hola?
Por casualidad, ¿te he dicho
Lo linda que eres?
Me tienes
De la mano
Esas manos
¡Esos labios!
Dame un beso
Con tus labios
Que tiemblo, tiemblo
En todos lados
Cada vez
Que llego a verte
Ay mi niña
Mi princesa
Eres tú, tú
La única prosa perfecta
Que saldrá con mi aliento
Lento lento
Tibio, lento
Suave y tierno
Tu pelo al viento
Al viento ido
Decirte al oído
Que siempre te amo
No es suficiente
Es muy resumido
Constanza
Que lindo suena
Tu nombre vertido
Sobre mi vida entera

miércoles, agosto 27, 2008

Mía

Se apagaron las luces
Sólo veo tus pupilas
En mis orillas
Es su negrura
La más bella
Y distinguible
Indistinguibles
Nosotros dos
No oigo tu voz
La tuya es mi voz
Muy mía es tu voz
Mía mía
Cada día
Te pienso
Te toco
Te huelo
Te toco
Me prenda la locura
Mi cordura es tu locura
Ternura
La que brota
Sale y explota
En la cara de la amargura
Y desaparece
Y se desvanece
En el viento
Y sus colores, mis colores
Diversiones
En tu cuello
Mía mía
Desde el cuello
Hacia todas direcciones
Mía mía
En mis pasiones

¿Y las nubes?

¿Dónde están las nubes
Que diferencian mis colores?
Mis calores
Tus amores
Quedo ciego en el blanco
Y en tu canto yo sonrío
Y me río
En tus brazos
Sin sentido
Yo te hablo
Es tan blando
En tu pecho
Despertar, seguir soñando
¿Y las nubes?
Se me esconden
Se camuflan
En tus piernas
Tu entrepierna
¡Qué maravilla
Tú, milagro de vida!
¿Y las nubes?
No encuentro
Ni en el aire ni en tu pelo
Dicen plomo, digo cromo
Despejado, espejado, el tejado es nuestro cielo
Nuestro sueño es que nos llueva
Desde el cielo al mar
El cielo
De tu vientre
Nos mojamos
En tus manos me restriego
Y si llueve
Que aquí sea
Aún si no hay nubes en el cielo

martes, agosto 26, 2008

Ahí estás

Y ahí están tus manos
Mis labios
Y el fuego que quema
¿Qué quema?
Mi alma
Mi alma de malva
Y ahí estás tú
Mi tierra, tú
Donde yace
Y se hace
Duradera
Una vida entera
En tus brazos
Mis lazos
Primavera
¡Larga espera!
Son tus brotes que me llaman
Me serenan y condenan
Y ahí están tus ojos
Preciosos, precisos
Me sumerjo
Y nado nado
¿Soy el amo?
Yo te amo
Y me amo
A tu lado

viernes, agosto 08, 2008

Delirio

Las murallas me hacen ver pequeño
Enano, para ser certero
Y nada puedo hacer para develar ese velo
Que me hace arder como un madero

Con un fuego ardoroso, pernicioso
Que inflama cada vena y cada vaso
Pica en el alma y llaga mi espalda
Mientras palpita mi cardio de lata

Esas arteras metáforas que un día
En mis palabras se posarían
Me han arremetido como estrellas
Para alumbrar el recuerdo de ella

Y no me es suficiente el aire que respiro
¿Será acaso este mi castigo?
Por no saber gritar mis sentidos
¿O será sólo un delirio?

viernes, agosto 01, 2008

Zafiros

Agazapado entre los helechos estaba esperando tranquilo y silencioso. Era un alma más en esa selva que no perdonaba. Llevaba esperando en ese lugar días y noches enteras, y sólo una cosa podría sacarlo de donde estaba. Había visto pasar criaturas amigas y otras inimaginbles, pero ni la simpatía ni el pavor lo harían abortar su decisión.

Fue esa noche cargada de venganza cuando le pareció ver esa figura imponente, llena de elegancia y brutalidad. En la osuridad no se podía divisar bien, pero era la misma contextura, la soltura al pisar y firmeza al sostener el suelo. Hasta el aire se hacía a un lado cuando éste pasaba y las plantas inmovilizaban sus hojas para no provocarlo de ninguna manera. Ese fue el momento en que la respiración del escondido rompió la solemnidad del paso del animal. Éste se detuvo con lentitud e inspeccionó con su nariz y sus ojos ¡Esos ojos! ¡Si, eran los mismos ojos! Cargados de miseria, odio y severidad, los mismos que se habían llevado a su hijo y otros brotes más. Había llegado el momento, no servía esconderse, más aún si era el sujeto al que estaba esperando. Pocas oportunidades tenía de vencer a esas garras más poderosas que un huracán, unos sables de arena capaces de partir el mundo en dos y esos ojos ¡Esos ojos! De solo verlos el miedo tocaba la espalda y abrazaba sin aflojar. Aún así, él se encontraba de pie, decidido a vengarse aunque le costase la vida. Lo haría con su daga amiga, lo haría. El felino lo miró a los ojos, éstos brillaban como zafiros y comprendió al instante la razón de su postura y empuñadura. Y esa mirada amenazante se invirtió a sumisión, giro la vista y volvió a su andar. Sin esperar a que la duda lo embargase, el hombre lo embistió por el costado, colgándose en su lomo y apuñalándolo con rabia. El animal no opuso resistencia y tampoco se quejó en ningún momento a cada uno de los ataques de iracundo hombre. La selva se mantenía en silencio, presenciando el ajustamiento como testigos inertes. El espanto saltó en una bandada de pájaros que gritaron mientras escapaban por el cielo. El viento volvió a ocupar el sendero cuando la bestía ya no respiraba y su sangre había teñido la tierra. Él, agitado, sostenía el filo y observaba a la criatura tendida que había cerrado sus ojos. Le costó esfuerzo levantarlo y cargarlo en sus hombros, para llevarlo a la aldea, habrían tantos contentos de ver al asesino a su merced. Y se fue caminando por la oscuridad, entre los ojos curiosos y las voces del viento que se preguntaban quién era el asesino. Y, ¿quién era el asesino? El viento era inevitable, y él iba en contra de éste.

Le costaba más trabajo cada vez que avanzaba, esas voces le penetraban hasta las entrañas y le retorcían la cabeza. Entonces siguió su camino con dificultad, pero haciéndose espacio por entre las ramas y raíces, dejándose guiar por almas y hojas. Y llegó a su destino, era un espacio donde el aire no soplaba ni silbaba, y la tierra temblabla de temor. Al frente de él estaba la manada del felino, se fueron despertando uno a uno, y todos con la misma mirada enceguecedora. No hubo movimientos mientras él dejaba reposar su cargamento en el piso, sólo aumentaba el tormentoso sonido de las respiraciones. Por fin el viento se atrevió a soplar en ese lugar y le susurró algo al oído. Giró y lentamente, con la amenaza en la espalda, emprendió camino de vuelta, sabía que el viento se encargaría de llevarlo a casa.
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