viernes, diciembre 29, 2006

Fatum et Vanitas

Los claveles apenas parecían de papel, con su partida se tornaron tan toscas como el cartón. Las nubes comenzaron a bajar abruptamente, dejando la neblina a la altura de los ojos. Ni ellas podían mirar por dónde iban. Empezaron a caminar a tientas, esperando no caer en algún infortunio. Sabían en qué creían, pero no sabían si existía. Aún así, avanzaban sin importarles por donde. Ellas mismas y la niebla eran las únicas viajantes en ese mundo. En un mundo detenido que brillaba mucho, poquito... nada. Del tallo cortado brotaba la savia de la que había sido arrancada, la más amada, la más primorosa, la más hermosa. Fluía con ímpetu y ardía en las esporas el roce de su agonía que gritaba melosamente "¡Fatum! ¡Fatum!". La niebla se estaba convirtiendo en rocío, y domaba los pétalos de papel de los claveles, el tallo se embriagaba y el sueño carcomía. El descanso era inevitable, la savia dejó de correr y el "¡Fatum!" se atenuaba. No se pudo seguir avanzando. Niebla disipó, noche reveló, sueño apoderó. Los astros cambiaron roles y la más pequeña despertó. Todas con nueva pose y mucho vigor. Brillaba el papel de cristal, bañadas por gotas decidieron desplumar. Se abrieron del todo, el frescor de la mañana y ese frío que despierta. El aroma voló, flotó, deslizó, lloró. Lloraron, la sombra los enlutó y cuatro brotes de savia hicieron erupción. Conscientes estaban mientras avanzaban contra su voluntad. Resignadas con anteras ciegas de tragedia, volvieron a escuchar el susurro de "¡Fatum!". Y los cuatro tallos cortados comenzaron a compartir el rocío eterno junto a la antigua fugitiva.

jueves, diciembre 28, 2006

Foo e Fugaz

Y él le dijo a la estrella que ella no estaba mirando:
- No vas a tener que seguir guardando nuestro secreto, porque éste nunca existió. Ahora hay menos carga sobre tí, promesas menos que cumplir. Olvídate de mis deseos, que estos ya son en vano. Por último te pido que la cuides, que ese sea mi último deseo.
La estrella titiló y él al suelo miró. Siguió caminando sin rumbo como un forastero. Cargando con las penas de las puertas y rincones de la ciudad. Las ramas de los árboles lo miraban silenciosas. Un chillido, un frenar, un calofrío, un gritar, el suspiro de la noche. Los colores se resumían al violeta y al negro, y polvos dorados en el techo del planeta. Al frío era inmune, a las sombras era ciego y a los murmullos era sordo, tan sólo paladeaba una amarga pérdida en el alma. Algo se le había escapado de las manos. Pensaba en que algo había perdido, pero la verdad es que nunca lo tuvo. Era sólamente la idea de aquello lo que había existido, como cualquier idea, ésta sucumbió prematuramente. Su razón le decía que debía odiar, más bien, castigar. Pero él nunca fue un hombre de razón, siempre fue un niño con pasión. Las calles vacías, faroles ténues y un suave rocío ornamentaban su andar. Los perros ladrando, el viento zumbando, una charola sonando a la lejanía, letanía, pensaba en Andalucía ¿Santa Lucía? Santa Lucía. La Luna se movió de lugar, cambiaron de lugar. El silencio ganó, el mundo dejó de rotar y el trató de suspirar. La Luna le contó que ya era tarde, Unamuno una vez lo contó, claro que la víctima fue un perro. Pero esta noche él había sido el afectado por esa cólera de la soledad. En un cráter ahora se encontraba, y todo lo que alguna vez se vio tan grande, ¿ahora tan pequeño? ahora estaba igual, claro que se veía de más lejos. Entonces la Luna lo disparó y él en el cielo se suspendió. una luz más entre miles y le llegó una carta:
"La luz que supiste irradiar, ahora por otros ojos tendrá que velar"

Cuatro Letras

No, no es un juego de estrategia
Tampoco un artificio
Más bien es una vivencia
En la que se conoce el sacrificio

El sacrificio del poder
El sacrificio de perder
El sacrificio al entregar

El sacrificio en el dejar

No es algo que se experimente

Que se piense, que te miente
Es algo hermoso que se siente

Y difícilmente se entiende

Es algo que se encuentra

Que tú sientes que te adoran
Tú decides si este entra o no entra
Y cuando lo pierdes, lo valoras

Muchas almas nunca llegan a conocerlo

Pero aquellas que viven con la ilusión
Que en un cofre podrían depositar toda su pasión
Frente a esa opción, no dudarían en hacerlo

Hay veces en las que la pasión despierta el misterio
Hay otras que no
En las primeras, cada uno se siente entero
En las segundas, el único remedio es el adiós

Aunque los besos y miradas nunca fueron reales

Y sin importar que las intenciones hayan sido leales
Esta alma agradece

Todo por lo que hoy en día se adolece

Así que perdón no me pidas
Que con tu silencio me basta
Mientras el cofre dormido se destila

Aquel que tu corazón arrastra

sábado, diciembre 16, 2006

El título siempre es lo más difícil

Recién había llegado a mi casa, recién me había sacado los zapatos y los había dejado a un lado cuando sonó el teléfono.
- Aló
- Buenas tardes, ¿Con el señor Esteban Ramírez?
- Si, con él...
- Lo llamo del Hospital donde está don Carlos Ramírez, es su padre, ¿no?
- Sí, si lo es...
- ¿Usted podría venir al Hospital? Porque don Carlos esta tarde tuvo una recaída y el doctor que lo está atendiendo necesita hablar con usted urgentemente.
- Claro que voy. Voy ahora mismo.
Colgué el teléfono inmediatamente, me puse los zapatos, tomé las llaves y partí al Hospital. Se me olvidó cambiar la emisora de la radio, en verdad no importaba, estaba demasiado preocupado. Me apuré en llegar, hay momentos en la vida en que cada segundo que pasa se siente como si fuese el último, y este era uno de esos momentos. Tenía miedo, sabía lo que venía, mi padre se iría esta vez, y no quería que lo hiciera sin antes haberme despedido como se lo merece.
Llegué al Hospital y no tomé el ascensor, llegué al pabellón donde estaba su pieza. Ahí me encontré con la enfermera que al verme, su cara me regaló una sonrisa compasiva y luego miró al piso mientras caminaba con unas toallas blancas. El doctor estaba en la habitación, en la puerta. Me estaba esperando.
- Doctor...
- Don Esteban...
- ¿Qué pasó?
- Bueno, su padre recayó. Pero esta vez no podemos hacer nada al respecto, él no quiere, lo único que pidió fue que lo llamaramos. No tiene muchas fuerzas, pero escucha muy bien. Lo dejo. Tómese su tiempo.
- Gracias doctor...
Se fue y cerró la puerta a sus espaldas. Miré a mi padre y me dolía cada vez que lo veía con esos tubos en la nariz y agujas en los brazos. Él me miraba con sus ojos apenas abiertos y movía sus dedos. Tomé la silla y la puse al lado de él, me senté y le tomé la mano. Él giró su cabeza y me miraba, yo no decía nada, sólo se me llenaron los ojos de lágrimas. No necesitaba que me hablara, hace mucho tiempo que me había dado cuenta de que él lo decía todo con la mirada. El silencio era su mayor cualidad. En mi vida he conocido a alguien tan sabio como mi viejo, y tan lleno de amor también. Este hombre me había querido más que cualquier otra persona cerca mío, y eso significa mucho para mí. Fue el único que se mantuvo cerca mío, en mis momentos de gloria y en los momentos en que esta se disolvió. Siempre dándome el mismo amor.
La mirada que tenía frente mío, confesaba que había encontrado la paz frente a la muerte. Revelaba que todos los misterios de la vida, para él, ya no eran misterios. Eso me recordó a algo que siempre le preguntaba cuando nos sentabamos a mirar el cielo.
- Papá
- ¿Si?
- ¿Para qué vivimos?
- No sé hijo, pero cuando lo sepa, te lo diré.
Y siempre miraba el cielo con esos ojos inquisidores, buscando respuestas. Pero ahora no veía esa mirada, la conocía muy bien, y ahora era una diferente.
- Papá
Me miró más profundamente, como si hubiese estado esperando que dijera eso.
- Hijo - susurró.
- ¿Para qué vivimos?
Esbozó una sonrisa y me miró aún más cariñosamente. Me apretó fuertemente la mano y me dijo q me acercara. Puse mi oído cerca de su boca y me dijo despacito, como para que nadie más escuchara:
- Hijo mío, vivimos para aprender a morir.
Me brotó una lágrima que mojó su pecho. Y al mirarlo a los ojos me di cuenta de la paz que había encontrado en su vida, me di cuenta de la paz que había encontrado en su muerte.

lunes, diciembre 11, 2006

Todo blanco

- Te estás poniendo paranoico.
- ¡No!
- No voy a discutir contigo, no se puede.
- Claro, porque sabes que vas a perder.
- Yo no pierdo.
- Sabes que lo harás.
- Me das pena.
- Que buen argumento, amigo mío.
- Estás enfermo.
- No soy yo, eres tú.
- ¡Mírate!... Santo cielo
- Me miro, y no veo nada extraño, cabrón.
- No insultes.
- ¿A ver? ¿Quién empezó?
- Silencio. Ahí vienen...
- ¿Quienes?
- ¡Los mounstros! ¡Escapemos!
- ¡Oh! Cabrón...
- Jajajaja
- No quiero hablar más contigo.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Desaparécete...
(paf)

martes, diciembre 05, 2006

Perfectas Situaciones

Junto a su cuello, la angustia lo embargó, pero no pudo ocultar su nerviosismo e inminente quiebre, entonces se empezó a reír. Eso sí, sabía que si seguía riendo, el llanto encontraría la salida. Él necesitaba llorar, pero no necesitaba hacerlo frente a ella. Entonces le dijo adios y le besó la frente.

Se dio media vuelta y empezó a caminar, no para llegar a algún lugar, sino que para alejarse de ahí. Su cara se le empezó a deformar, pero no dejó que las lágrimas cayeran al asfalto. Su paso lento lo alejaba de ahí, no quería mirar atrás por ningún motivo. No soportaba la idea que al mirarla vería esos ojos que no sabían qué decir, esos ojazos sorprendidos e incómodos. No miraría atrás, no lo haría. Y siguió caminando, mordiéndose el labio, frunciendo el ceño y respirando con dificultad. Pero seguía caminando. Las calles nunca habían estado tan silenciosas, o quizás estaban tan ruidosas pero él estaba nublado. No escuchaba nada más de lo que su imaginación producía: pasos corriendo hacia él desde atrás. Pero nunca llegaban a él esos pies que sentía. Nunca se había sentido tan frágil, tan solo un par de ojos lo habían quebrado, si hubiese estado lloviendo, el agua lo hubiese repartido por el mundo.

Decidió mirar atrás, pero ya nada veía. Decidió respirar, pero el aire clavaba. Decidió llorar, y creó un diluvio. Entonces decidió nadar, y sus lágrimas lo limpiaron de todo.

lunes, diciembre 04, 2006

Carta NO Anónima

En verdad que estoy enamorado de tí, demasiado a decir verdad. Es algo que en mi vida había sentido. Pero ahora soy yo el que está confundido. En un momento pensé que podía seguir el tiempo que fuese en la situación en que estamos, pero ahora me doy cuenta que no soy lo que pensaba ser. Sé que en un momento te dije que no había problema, que te esperaría lo que fuera necesario. Pero ahora me doy cuenta de que, aunque quiero evitarlo, estoy perdiendo la paciencia. Yo te quiero demasiado, y tú lo sabes, el problema es que no sé si sea capaz de quedarme en eso todo el tiempo. Ya me siento ansioso de poder decirte que te amo.
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