viernes, agosto 25, 2006

Déjate seducir

No es solo tristeza y soledad, también le siento un aire de sensualidad. En algún lugar lo había escuchado, que era dulce y no amarga como la pintaban los pianistas solitarios.
El viento que chocaba con la ventana me entregó el primer indicio de su venida. El olor a hortensias me deleitó los sentidos, me embriagó, pero luego me clavó fuerte el corazón. Algo venía a buscar, y no se iba a volver con las manos vacías. Días después, el sol no calentaba y mi perro no corría. Sus suspiros se habían tornado fríos y futiles. Un frío cubría mi espalda como si fuera una capa, más bien una mano seductora que masajeaba mi tronco. Ese frío tenue me abandonaba, y frente a mí veía la figura de mi vieja prenderse en un pálido brillante. Una ola de tibio aroma me hizo cerrar los ojos, y al abrirlos, ella me miró con sus siempre dulces pupilas. A su lado, el barquero me enseñaba a través de los ojos de ella, la tristeza y la alegría de una vida completa; el apagamiento de las tragedias y la sensualidad de los cariños; la seriedad y, a la vez, la perfección del amor calmo de la vejez.
Fue por un momento que me pareció haber suspirado su estertor, un "Te amo" que tragué directo al corazón. Mi perro gimió y el sol se escapó de las nubes y entibió su lecho con un rayo travieso que se colaba por la cortina, haciendo que sus arrugas se vieran magníficas. Y no pude derramar sino una sonrisa de tranquilidad, mirando la amabilidad y delicadeza con que la muerte, sincera, me había seducido y se había llevado el alma de mi amada.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ale: Nunca dejes d escribir

8/26/2006  

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