S.O.S.

Me hiciste mal. Me hizo mal haberte visto esa mañana. Me hizo peor haber hecho lo imposible para verte todas las mañanas. Pero era un dolor que estaba dispuesto a soportar, más aún, lo saboreaba, no porque sea masoquista, sino porque hacías que mi sol no faltara ese día. Todas las noches mi almohada te traía a mi sueño y la ducha en la mañana me bañaba con ideas para acercarme a hablarte. Pero más tarde eso me hacía peor. Te miraba de lejos como buen acechador pero nunca conseguía desbaratar mi miedo a perderte. Hasta que en un albor me di cuenta que no podía perder algo que nunca he tenido, así que me decidí. Me costó sacar el habla porque tus pupilas me devoraron. Las palabras se atropellaban en mi lengua. No fue como lo había ideado. Pero me dijiste tu nombre, y los delfines que guiaban cada una de tus letras me guiaron a su jardín de corales. Por mucho tiempo después me seguías haciendo mal, hasta que el polvo te escondió en mi mente. Pero apareciste otra vez, el polvo se sacudió, y ahora estoy decidido a revelarte mi interior, de la mejor manera que lo sé hacer. Y si el verdadero yo no logra mi afán, quiero saber que lo di todo por ti, mi dolor.