Desfragmentar
Otra vez en la calle. Otra vez en una calle sin salida. Imagínate un ambiente nocturno y uno de esos callejones con tarros de basura y gatos apareciendo de la nada. Ahí se encontraba otra vez, otra vez y otra vez. Los muros que no se veían, eran de ladrillo y las estrellas no se veían por culpa de la nubosidad. A lo lejos se escuchaba cómo se aproximaba la gente con antorchas y una marcha lenta.
Se empezó a preocupar, al frente no había nada más que una no salida y más atrás, aún nada. A pesar de haber nada atrás, no se atrevía a retroceder, su peor miedo era reencontrarse con esa gente que se acercaba. La marcha ya le hacía temblar sus tímpanos y empezaba a sudar a causa del miedo que sentía. Se estaba sitiendo como un pez en la malla de pescar, por lo menos eso creía. Podía luchar con ello, pero le faltaba iniciativa. Ya lo impacientaba la no llegada de las antorchas, y el negro del lugar lo estaba volviendo loco. No respiraba, apenas hablaba entre dientes una lengua muerta y cerraba los ojos con esperanzas en desaparecer. Sintió explosiones y el fuego comiendo metal y liquidando almas inocentes. Tenía frío a pesar de todo eso, el chaleco de lana no era suficiente para contrarrestar el roce de la muerte que seduce minutos antes del final. Se culpó de todo lo que le estaba pasando, se odió por lo que estaba pasando y aún así no podía evitar lo que estaba pasando. Se agachó y tomó un trozo de basura, parecía ser una caja de cartón, parecía. Se levantó y con rabia la arrojó contra el muro, la caja reventó. Extraño, era un debilucho y la caja era liviana, e igual se fragmentó. Tocó el muro y lo sintió áspero, como cualqueir muro. Los pasos se acercaban cada vez más, él sudaba cada vez más y las calles aledañas se iluminaban de un rojo vacilante, cada vez más. A tientas, pero no tanto, tomó otro objeto que estaba entre la basura y lo lanzó más fuerte contra el muro. Y con un silencio ensordecedor reventó el pedazo de basura. Y en la entrada a la calle de no salida, pasó una antorcha iluminando. Sus pupilas se empequeñecieron y giró su cuello. Más silencio, lo único que se podía escuchar era el baile del fuego que iluminaba los rostros de los dos sujetos que se volvían a encontrar. Luego eran tres, luego eran cuatro, y cinco y cien. Ya no alumbraban rostros solamente, hasta el deseo más oculto estaba a la luz en ese sucio callejón. Las antorchas no daban calor, pero él sudaba y miraba a cada uno de los que tenía al frente suyo. Los miraba y los reconocía y se espantaba con cada uno. Se acercaban a paso de hormiga ahora, sin hacer ruido alguno, el pánico los retenía lejos. Tomó un trozo de basura y lo tiró hacia donde estaba el fuego. Se rostizó. Y ahora, para ver algo antes de desaparecer, lanzó otro trozo contra el muro y éste, ahora iluminado, se fragmentizó y se mezcló con el aire.
Entonces las antorchas corrieron hacia él y se le iluminaron hasta las ideas, y a pesar de no tener hacia donde escapar, decidió correr. Corrió con todas las fuerzas que tenía y chocó contra el muro su cabeza. Luego, poco a poco, todo su cuerpo. Y al igual que un trozo de basura, se fragmentizó. Apenas esto ocurrió, las antorchas se apagaron y todos los sujetos volvieron a su hogar.
Se empezó a preocupar, al frente no había nada más que una no salida y más atrás, aún nada. A pesar de haber nada atrás, no se atrevía a retroceder, su peor miedo era reencontrarse con esa gente que se acercaba. La marcha ya le hacía temblar sus tímpanos y empezaba a sudar a causa del miedo que sentía. Se estaba sitiendo como un pez en la malla de pescar, por lo menos eso creía. Podía luchar con ello, pero le faltaba iniciativa. Ya lo impacientaba la no llegada de las antorchas, y el negro del lugar lo estaba volviendo loco. No respiraba, apenas hablaba entre dientes una lengua muerta y cerraba los ojos con esperanzas en desaparecer. Sintió explosiones y el fuego comiendo metal y liquidando almas inocentes. Tenía frío a pesar de todo eso, el chaleco de lana no era suficiente para contrarrestar el roce de la muerte que seduce minutos antes del final. Se culpó de todo lo que le estaba pasando, se odió por lo que estaba pasando y aún así no podía evitar lo que estaba pasando. Se agachó y tomó un trozo de basura, parecía ser una caja de cartón, parecía. Se levantó y con rabia la arrojó contra el muro, la caja reventó. Extraño, era un debilucho y la caja era liviana, e igual se fragmentó. Tocó el muro y lo sintió áspero, como cualqueir muro. Los pasos se acercaban cada vez más, él sudaba cada vez más y las calles aledañas se iluminaban de un rojo vacilante, cada vez más. A tientas, pero no tanto, tomó otro objeto que estaba entre la basura y lo lanzó más fuerte contra el muro. Y con un silencio ensordecedor reventó el pedazo de basura. Y en la entrada a la calle de no salida, pasó una antorcha iluminando. Sus pupilas se empequeñecieron y giró su cuello. Más silencio, lo único que se podía escuchar era el baile del fuego que iluminaba los rostros de los dos sujetos que se volvían a encontrar. Luego eran tres, luego eran cuatro, y cinco y cien. Ya no alumbraban rostros solamente, hasta el deseo más oculto estaba a la luz en ese sucio callejón. Las antorchas no daban calor, pero él sudaba y miraba a cada uno de los que tenía al frente suyo. Los miraba y los reconocía y se espantaba con cada uno. Se acercaban a paso de hormiga ahora, sin hacer ruido alguno, el pánico los retenía lejos. Tomó un trozo de basura y lo tiró hacia donde estaba el fuego. Se rostizó. Y ahora, para ver algo antes de desaparecer, lanzó otro trozo contra el muro y éste, ahora iluminado, se fragmentizó y se mezcló con el aire.
Entonces las antorchas corrieron hacia él y se le iluminaron hasta las ideas, y a pesar de no tener hacia donde escapar, decidió correr. Corrió con todas las fuerzas que tenía y chocó contra el muro su cabeza. Luego, poco a poco, todo su cuerpo. Y al igual que un trozo de basura, se fragmentizó. Apenas esto ocurrió, las antorchas se apagaron y todos los sujetos volvieron a su hogar.
3 Comments:
Muy weno, muy bien escrito, la historia da para pensar, talentoso cabro sigue asi...
wuauuuu
esta genial la historiaa...me meti demasiado en ella cuando la leia...imaginaba el espasio fisico de ella...me encantoo..saludos
beso
gaby
hola
creo que ya dije qué pensaba de la historia
estoy perdida entre tantos blogs tuyos, jejeje..
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