Cielorro Sa
Pasé el día completo (si es que era día) preocupado de no perder el rastro. No era fácil (era muy difícil) estar pendiente en todo momento de esas pequeñas pistas que esperaban por mis pies. La verdad, el camino no era oscuro (era bastante visible), el problema era mantenerme despierto, mantenerme motivado a seguir. ¿Adónde iba? Ni la menor idea (sabía pero no lo quería reconocer).
Con la cabeza gacha caminaba sin fijarme (por pereza) de lo que había al frente. De repente, el suelo claro, en el que se mimetizaban las pisadas de alguien que yo buscaba, se tornó oscuro poco a poco. Me detuve en un umbral imaginario que fabriqué. A mis espaldas, un sendero de un blanco monótono, y a mis narices, algo oscuro (negro como algo muy negro). Para variar, sentí curiosidad por lo que tenía al frente (no quería darme vuelta y caminar de vuelta) y seguí caminando, tratando de no perder el rastro. Ya no podía seguirlo con la vista, pues me arrodillé y fui siguiéndolo al tacto. Suave se sentía (paradisíaco), y gateando por tiempo indeterminado (por no decir que gateé quizás por una eternidad porque la suavidad algodonada del piso me tenía loco) fui a dar de cabeza contra un muro que tampoco se veía. Me puse de pie y toqué, era plana, una muralla. Se me aceleraron las pulsaciones y me preocupé un poco (me puse a llorar) por no encontrar una salida. Pensé que quizás por siempre estaría atrapado ahí, con esa muralla, el algodón abajo y un umbral eras más atrás. Antes de sentarme contra el muro con las rodillas recogidas (y ponerme a sollozar), intenté cavar el piso, para ver si tenía cimientos esa muralla. Cavé, cavé y cavé, y entró un poco de luz, pero no blanca. Dejé de cavar al verla, pero se tupió otra vez el piso. Fue un ciclo (bastante idiota a decir verdad) en el que yo cavaba, veía luz, sonreía y se volvía a oscurecer. Me cansé, y a tientas traté encontrar ese rastro que por poco había olvidado. Me fijé bien (maniático y dándomelas de genio) si esas huellas tomaban alguna dirección en especial, pero ellas terminaban con el comienzo del muro. Siguiendo la línea en el muro, encontré una enredadera (o algo así, quizás era una culebra) y decidí treparla. Debo confesar que sufro de vértigo, pero en ese momento la desesperación era tan grande que me convencí de que si llegaba a caer caería en esa almohada gigante. No me caí, estuve siempre firme (dos veces resbalé). Di mil brazadas, las palmas me dolían, pero algo ("algo") me impulsaba a seguir. Cerré mis ojos y dejé que mis extremidades se movieran por sí solas, de hecho, era lo mismo ir con los ojos abiertos o cerrados. Subí tanto, pero tanto, que llegué a la cúspide del muro, donde me paré. Todo negro (menos mis pupilas). Me impacienté (entré en pánico) y me lancé (resbalé) hacia adelante. La caída era placentera (sin respiración) y no fue tan larga como cuentan las historias (eterna fue). Y dejé de caer, tal como lo había pensado, caí como en una piscina de algodón. Sabía que así sería (fue un milagro).
Me incorporé y vi al frente mío una puerta cerrada, pero por la rendija se filtraba un haz pálido, suave. Giré la manilla rápidamente, pero por más fuerte que lo intenté (soy muy débil), ésta no cedió. Seguí intentando, tranquilo (más desesperado que antes), pero era inútil. No me rendí (pero lo pensé cada vez que la movía), entonces decidí hacer lo que se hace en las películas. Junté mi espalda con el nuevo lado del muro, con algo de fé (y muchísimo miedo), corrí para embestir la puerta y así abrirla. ¡Se abrió! Lo que antes fue mi piso, ahora eran nubes del ocaso y me enceguecieron con una luz rosada. Me maravillé (temí). Sentí que flotaba (quise sentir) por una fracción de segundo, luego comencé con mi caída libre. Esta fue (mucho) peor que la anterior. Pero el ir rompiendo nubes rosadas era exquisito ( ), satisfactorio al máximo. Y en una nube vi una de sus delicadas (adoradas) huellas. Miré a todas partes tratando de encontrarla, y en la nube siguiente me encontré con otra, con otra, con otra y con otra. Y a lo lejos la ví a ella (hermosa), pero se alejaba pausadamente (hermosa), se me escapaba (hermosa). Pero yo seguía cayendo. Seguí cayendo por eternidades completas (la última a medio terminar) hasta que aprendí a volar. Y continué siguiendo su huella (a ella), ya no la pisada que dejaba al caminar, sino la nubes rosadas que dejaba al volar.
Con la cabeza gacha caminaba sin fijarme (por pereza) de lo que había al frente. De repente, el suelo claro, en el que se mimetizaban las pisadas de alguien que yo buscaba, se tornó oscuro poco a poco. Me detuve en un umbral imaginario que fabriqué. A mis espaldas, un sendero de un blanco monótono, y a mis narices, algo oscuro (negro como algo muy negro). Para variar, sentí curiosidad por lo que tenía al frente (no quería darme vuelta y caminar de vuelta) y seguí caminando, tratando de no perder el rastro. Ya no podía seguirlo con la vista, pues me arrodillé y fui siguiéndolo al tacto. Suave se sentía (paradisíaco), y gateando por tiempo indeterminado (por no decir que gateé quizás por una eternidad porque la suavidad algodonada del piso me tenía loco) fui a dar de cabeza contra un muro que tampoco se veía. Me puse de pie y toqué, era plana, una muralla. Se me aceleraron las pulsaciones y me preocupé un poco (me puse a llorar) por no encontrar una salida. Pensé que quizás por siempre estaría atrapado ahí, con esa muralla, el algodón abajo y un umbral eras más atrás. Antes de sentarme contra el muro con las rodillas recogidas (y ponerme a sollozar), intenté cavar el piso, para ver si tenía cimientos esa muralla. Cavé, cavé y cavé, y entró un poco de luz, pero no blanca. Dejé de cavar al verla, pero se tupió otra vez el piso. Fue un ciclo (bastante idiota a decir verdad) en el que yo cavaba, veía luz, sonreía y se volvía a oscurecer. Me cansé, y a tientas traté encontrar ese rastro que por poco había olvidado. Me fijé bien (maniático y dándomelas de genio) si esas huellas tomaban alguna dirección en especial, pero ellas terminaban con el comienzo del muro. Siguiendo la línea en el muro, encontré una enredadera (o algo así, quizás era una culebra) y decidí treparla. Debo confesar que sufro de vértigo, pero en ese momento la desesperación era tan grande que me convencí de que si llegaba a caer caería en esa almohada gigante. No me caí, estuve siempre firme (dos veces resbalé). Di mil brazadas, las palmas me dolían, pero algo ("algo") me impulsaba a seguir. Cerré mis ojos y dejé que mis extremidades se movieran por sí solas, de hecho, era lo mismo ir con los ojos abiertos o cerrados. Subí tanto, pero tanto, que llegué a la cúspide del muro, donde me paré. Todo negro (menos mis pupilas). Me impacienté (entré en pánico) y me lancé (resbalé) hacia adelante. La caída era placentera (sin respiración) y no fue tan larga como cuentan las historias (eterna fue). Y dejé de caer, tal como lo había pensado, caí como en una piscina de algodón. Sabía que así sería (fue un milagro).
Me incorporé y vi al frente mío una puerta cerrada, pero por la rendija se filtraba un haz pálido, suave. Giré la manilla rápidamente, pero por más fuerte que lo intenté (soy muy débil), ésta no cedió. Seguí intentando, tranquilo (más desesperado que antes), pero era inútil. No me rendí (pero lo pensé cada vez que la movía), entonces decidí hacer lo que se hace en las películas. Junté mi espalda con el nuevo lado del muro, con algo de fé (y muchísimo miedo), corrí para embestir la puerta y así abrirla. ¡Se abrió! Lo que antes fue mi piso, ahora eran nubes del ocaso y me enceguecieron con una luz rosada. Me maravillé (temí). Sentí que flotaba (quise sentir) por una fracción de segundo, luego comencé con mi caída libre. Esta fue (mucho) peor que la anterior. Pero el ir rompiendo nubes rosadas era exquisito ( ), satisfactorio al máximo. Y en una nube vi una de sus delicadas (adoradas) huellas. Miré a todas partes tratando de encontrarla, y en la nube siguiente me encontré con otra, con otra, con otra y con otra. Y a lo lejos la ví a ella (hermosa), pero se alejaba pausadamente (hermosa), se me escapaba (hermosa). Pero yo seguía cayendo. Seguí cayendo por eternidades completas (la última a medio terminar) hasta que aprendí a volar. Y continué siguiendo su huella (a ella), ya no la pisada que dejaba al caminar, sino la nubes rosadas que dejaba al volar.
2 Comments:
lejos lo más distinto que he leído de tus textos. demasiado entretenida las correcciones en paréntesis, cuántas veces uno dice algo sabiendo mentalmente qué es lo que se debería decir
me gustaría poder llegar al fondo de la razón de los textos, pero no me vas a dejar en mucho tiempo (si es que llega el dia). pero me gustta leerlos.
no está mal (está bkn), muy loca la historia (bizarrísima).
jaja, muy volao el cuento concuerdo con el coment de arriba, es cmo distinto, pero muy bueno.
:P
chau
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