martes, junio 26, 2007

Dintel

El sol se estaba posando sobre el horizonte, dando entrada a los bebedores y jugadores. Escalones abajo, la barra ya empezaba a tener clientes que querían ahogar sus penas o ahogar al cantinero con ellas. Cuando la noche entrara por la ventana, ella tendría que bajar a ayudar con la clientela, su padre se encargaba de la barra y ella de las mesas junto a su madre. Pero por ahora acompañaría al sol hasta la salida.

Se apoyó en el dintel de la ventana y le pidió al astro rey que se quedara con ella un rato más. La luz naranja se dedicaba a ignear las nubes mientras ella, con su rostro entre las manos, le contaba de sus miedos y dudas. Bajo ella, la puerta de la cantina se abría cada vez más regularmente para entrar, nadie salía. Las pisadas de la marcha del grupo de armas percutían en los adoquines que ritmeaban su contar. El sol la escuchó sollozar por la soledad que sentía y el miedo a permanecer así. La luna tocaba la puerta cuando ella empezó a confidenciarle al sol sobre un hombre que estaba en una mesa con amigos donde le había tocado servir tragos la noche pasada. Le costó describir bien cómo era, pero recordaba a la perfección sus ojos y mirada. Unos ojos oscúrpulos que la dejaron sin reaccionar y calaron hasta el fondo de sus emociones, aflorando lo que nunca antes había sentido. Algo de timidez con sensualidad, o quizás sólo fue amor. Las rodillas le flaquearon y la bandeja por poco se le cae si no hubiese sido por él que la sustuvo y le sonrió. Ella sonrió agachando la cabeza y desapareció con la bandeja. Pasó la noche completa en la barra sirviendo a los más ancianos y a uno que otro joven despechado, y cada vez que tenía ángulo, miraba a ese tipo que reía con sus amigos. El sol se aferraba a las nubes aradas para terminar de oir la historia. Ella continúo contando que él y sus amigos habían pedido una ronda más de whisky. Sus padres estaban muy ocupados y la mandaron a atenderlos. Otra vez se encontró con esos ojos, pero esta vez no bajó la vista. No hablaron, solo se miraron y se lo dijeron todo. Esta vez, digna, se alejó bien erguida y a paso elegante. Pasó el resto de la noche y la madrugada viendo cómo se embriagaban unos, cómo lloraban otros y cómo reían algunos, y cruzando miradas con él cada vez que podía. Luego llegó la hora de sacar a la gente del bar para poder cerrar las puertas. Los más jóvenes salieron apoyados en los más viejos y el resto salió a carcajada libre. Y le contó al sol, que aún alumbraba con porfía, que cuando él salió, sintió que se besaban las pupilas.

La luna ya se estaba impacientando y no quería escuchar más historias, entonces disparó sus estrellas que acabaron por exiliar al sol. Ella desde el dintel se despidió de él y saludó a la malhumorada luna. Sintió la suave brisa de la noche provocada por el constante abrir de la puerta del bar y luego escuchó a su papá llamándola desde la barra. Se apartó de la ventana, dejándola abierta, se amarró el pelo y bajó las escaleras, llena de esperanzas.

3 Comments:

Blogger jonás said...

oscúrpulo: que es oscuro y abundante, envolvente.

6/26/2007  
Anonymous Anónimo said...

Me gusta, es nuevo leerte desde la perspectiva de una mujer.
Me pude imaginar los ojos del tipo a la perfección, so crazy.

Negra

6/26/2007  
Anonymous Anónimo said...

Increíble la mimesis , me sentí en el miedo...casi masterpiece !

Felipe

6/28/2007  

Publicar un comentario

<< Home

<>